Vamos camino a Trujillo, el maneja el nissan plateado del '91 y acabamos de pasar la fábrica de cemento Pacasmayo.
Papá: Pásame un Bolimbo
M: Iuuuugh cómo puedes comer eso son muuuuy ácidos
Papá: Jaja, cuántos quieres que me coma?
M: dos! - El trata de seguir serio pero sé que se aguanta toda la sensación ácida de esos chicles, aún así le gustaban y se acabo la caja en ese viaje.
Nos emocionamos, ya casi llegamos al restaurante de paso en el que siempre almorzamos, "El Amigo" y sus milanesas de pollo con arroz nos esperan.
Recuerdo todos esos viajes, recuerdo la promesa de detenernos a ver de cerca una duna y tocar la fina arena; recuerdo pasar por esa casa que mamá siempre señalaba como su casa de ensueño en un pueblo cuyo nombre ya ni recuerdo entre Lambayeque y la Libertad. Pero más que nada recuerdo lo felices que eramos esas horas que pasábamos juntos en su mayoría solos tu, yo y el camino, las bromas y las risas cada vez que viajábamos en nuestro carro a visitar a los abuelos en Trujillo.
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